Bicentenario de la victoria en la Pampa de Ayacucho ¿Una fecha para celebrar?
Por Edgar Medina Medina, Magister en Administración Pública y Planificador Urbano.
Hace 200 años el ejército patriota logró en la Pampa de Ayacucho la independencia definitiva de gran parte de las naciones suramericanas. La victoria permitía a casi todo Suramérica su libertad y la ansiada paz luego de casi 300 años de vivir bajo el do[1]minio español. Es casi unánime que la mayoría de los historiadores consideren que el triunfo en la Pampa de Ayacucho significó para los países bolivarianos y sanmartinianos la conquista de la libertad y que Ayacucho sea visto como el lugar histórico en la que valientes patriotas sacrificaron sus vidas para que podamos vivir en paz y libertad. Sin embargo, a 200 años de tan significativa batalla, buen sector de la población no ha conectado con las celebraciones del bicentenario ni tampoco con la ansiada libertad, los deseos de paz, o la esperanza de un futuro mejor.
Contrario a las celebraciones del centenario y sesquicentenario donde se atrajo la atención de los distintos gobiernos, se conformaron comisiones especiales del gobierno nacional para ejecutar obras, y la población organizada participó de estos procesos; en este bicentenario, ningún nivel de gobierno ha asegurado compromisos de país alguno, el “Consejo Consultivo Bicentenario” se enfocó en Lima dejando de lado Ayacucho, y la participación ciudadana fue casi nula ante la falta de planes específicos. Además, nuestras “autoridades del bicentenario” no fueron integradas a comisión alguna y tampoco éstas fueron capaces de abogar por un plan bicentenario. Todo ello, reduce el bicentenario a ceremonias oficiales en sus días centrales para aplaudir, pero poco para celebrar.
CAPITAL HUMANO
El bicentenario nos encuentra pues con un pésimo desarrollo del capital humano, en la que subsisten problemas estructurales y de diversas índoles que nos impiden siquiera pensar en los beneficios inmediatos de la libertad conquistada hace 200 años. Entre estos problemas podemos observar que Ayacucho ha sufrido los estragos de la violencia política por más de una década y no se han reparado aun los daños físicos, emocionales y mentales que sufrió la población.
Los planes y presupuestos ignoran en gran medida la importancia de la persona y su desarrollo humano y condena prácticamente a la pobreza a la población vulnerable. Según la Comisión de la Verdad, “entre 1980 y 2000, 26,259 personas murieron o desaparecieron en el departamento de Ayacucho como consecuencia del conflicto armado”. De igual modo, solo hace dos años, Ayacucho capital carga con 10 muertos de las protestas políticas por cambio de gobierno. El dolor por todas esas muertes aún persiste entre sus familiares y la propia población que pareciese no cerrar ese luto eterno. Sin embargo, el Estado ni por ello ha puesto el ojo en Ayacucho. En cuanto a la atención de las necesidades primarias de la población, el estado ha sido ineficiente en atenderlas pese a la bonanza económica de las últimas décadas. Las estadísticas para Ayacucho al 2023 son alarmantes: la inseguridad alimentaria afecta a 64% de la población urbana (MIDIS/PMA), somos el tercer departamento con mayor índice de hambre en el país con 27.7%, (IGH-2024), el índice de pobreza monetaria en el departamento es de 39.4%, la desnutrición crónica infantil en niños menores de 5 años es de 16.7%, mientras que la anemia en niños menores de tres años es de 51.5%, y la tasa de empleo informal en la ciudad de Ayacucho es del 72.8% (Reportes INEI). Encima, un último reporte del IPE sobre la pobreza, señala que “en Ayacucho, cerca del 30% de los distritos que conforman la región poseen todavía niveles muy bajos en sus índices de Desarrollo Humano (IDH), lo que cual revela las debilidades latentes en ámbitos como la generación de ingresos, logros educativos, y esperanza de vida de sus habitantes”.
MEDIO AMBIENTE
La protección del medio ambiente es muy débil que no permite mantener una vida saludable. Algunos ejemplos visibles de la ciudad capital y región son: la erosión de laderas del cerro La Picota y quebradas aledañas, la contaminación de ríos cercanos y la inercia para recuperar el rio Alameda, el agua potable con alto índice de metales pesados incluido arsénico (caso del poblado de Huatatilla-Tambillo), contaminación permanente de la planta de tratamiento de aguas servidas de la Totorilla, sistema inconcluso del drenaje de Huamanga, y vehículos de transporte urbano contaminantes. Agregado a ello, tenemos problemas mayores como la minería ilegal, el narcotráfico, y la tala indiscriminada de nuestros bosques que alteran los microsistemas existentes. Así mismo, la región y las ciudades crecen sin planes de desarrollo y los conflictos sociales son permanentes. En resumen, el deterioro del medio ambiente es serio, pero parece importar también poco a nuestras autoridades.
CAPITAL SOCIAL
En cuanto respecta al capital social, Ayacucho cuenta con poblaciones que aportan muchas capacidades, fortalezas, talentos, y virtudes; sin embargo, las instituciones del estado viven ajena a ello y han demostrado incapacidad en fortalecer las relaciones de confianza y reciprocidad de modo general entre sus pobladores. Es así que hasta la fecha no se ha podido lograr una integración multicultural ni una identidad regional fuerte que nos hagan sentir orgullos del pasado y veamos el futuro con optimismo.
El quechua, la lengua madre, es quizá el principal baluarte de la identidad, y necesitamos valorarla en su real dimensión. Tenemos además restos arqueológicos de la cultura Huarpa y los complejos arqueológicos de Wari y Vilcashuamán, que deben seguir poniéndose en valor. Tenemos el arte, la música, poesía, la danza, la artesanía que nos llena también de orgullo. En población, somos uno de los departamentos más diversos del país. De igual manera, tenemos gastronomía propia y muy diversa. Tenemos hermosas fiestas y celebraciones como el Carnaval, la Semana Santa, Todos los Santos y fiestas patronales que nos hacen una región única. También, tenemos héroes y heroínas entre ellos Basilio Auqui, Ventura Ccalamaqui, María Parado de Bellido y con posterioridad a la independencia el gran Mariscal Andrés A. Cáceres, Víctor Fajardo, y Gervasio Santillana, entre otros. Asimismo, nuestra arquitectura mudéjar del centro histórico con sus plazas, casonas e iglesias es única y contamos con la segunda universidad nacional más antigua del Perú. En geografía, tenemos casi todos los pisos ecológicos y climas. Asimismo, son también nuestras por supuesto las batallas por la independencia y principalmente la batalla de Ayacucho. Todo esto fortalece nuestra identidad y debemos ser orgullosos de Ayacucho.
Por ello, debemos enfocarnos en fortalecer las relaciones entre vecinos, entre vecindades, entre ciudades, entre las ciudades Ayacucho y así con otras ciudades del mundo. Es importante promover y fortalecer todo tipo de clubes, asociaciones, hermandades, coros, elencos, sindicatos, colectivos, comités, círculos, grupos de apoyo y similares, formales o informales, que nos llevaran a desarrollar la dinámica que requerimos para proteger y mejorar lo que consideramos nuestro sea material o inmaterial.
INFRAESTRUCTURA CÍVICA
Requerimos promover infraestructura cívica, con espacios de encuentro y procesos de participación ciudadana. Debemos tener centros comunitarios, bibliotecas, parques, alamedas, paseos, centros culturales, campos deportivos y espacios públicos en los que el ciudadano sienta como suyo y pueda discutir con sus pares sobre su vecindad, la ciudad y la región que desea. Son importantes los procesos que se dan en espacios de diálogo, escuelas de liderazgo, consejos consultivos, talleres de consulta ciudadana, participación pública en sesiones del legislativo, audiencias públicas, debates, rendiciones de cuentas, etc. Con esos espacios públicos podremos hablar de que hemos logrado una cultura cívica con valores e identidad regional y local.
CAPITAL FÍSICO
Aún, en este campo del capital físico el llamado “fierro y cemento” tampoco hay logros significativos que mostrar salvo lo dispuesto por el Libertador Bolívar quien mediante un decreto en 1824 dispuso la irrigación de las zonas áridas circundantes a la ciudad de Ayacucho con aguas provenientes del rio Cachi. Este proyecto culminado en la década de 1990 ha expandido enormemente el horizonte agrícola y ganadero. Pero, aun así, no hay seguridad alimenticia, no tenemos industria importante ni tampoco un solo parque industrial, no se genera empleo e impera la informalidad. Tampoco se ha concluido con la integración vial entre el norte y el sur de la región ni con el VRAE o Huancayo. Además, la instalación del gas domiciliario sigue sin iniciarse pese a tenerse la subestación prácticamente en la periferia de la ciudad. Amén, de ignorarse la actual demanda hídrica que pueda dejar a la ciudad capital sin agua potable en el mediano plazo.
INCIDENCIA POLÍTICA
Por último, en la línea de construir región y ciudades, hacer incidencia política es importante para lograr un desarrollo justo y equitativo en nuestra región, así como para promover una cultura política transparente. En este Bicentenario de la Batalla de Ayacucho, los pocos esfuerzos para poner una agenda y priorizar sueños y prioridades de necesidad regional han sido derrotados por las injusticias del propio sistema, pero sobre todo por la débil incidencia política que se ejerció. En este proceso, las instituciones públicas han confirmado ser entes débiles con altos índices de corrupción al que les importa poco fortalecer la democracia, construir nación, o enarbolar la libertad como logro soberano de la batalla de Ayacucho.
APOSTANDO POR UNA CULTURA CÍVICA
A modo de conclusión, es importante recalcar que tan importante como desarrollar el capital físico es el desarrollo de los capitales humano y social. Estos no son secuenciales sino concurrentes y su importancia lo priorizan las necesidades, los intereses, y el modelo de región o ciudad que quieran construir sus pobladores. Asimismo, la región y la ciudad es para sus gentes así que debe motivarse la incidencia política como medio de participación ciudadana en las tomas de decisiones. Todo esto, dirigido principalmente a lograr una cultura cívica que sepa valorar al ser humano, fortalezca permanentemente su tejido social de todas sus gentes, y cuente con una infraestructura cívica adecuada a fin de navegar en una sociedad democrática, dinámica y participativa.