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La independencia fue una oportunidad de libertad e inclusión

La independencia fue una oportunidad de libertad e inclusión
Entrevista a Salomón Lerner Febres, ex rector de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP).

Usted, ha sido presidente de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. ¿qué ha significado que haga entrega de las conclusiones en Ayacucho?

Entregamos el Informe Final de la CVR en Ayacucho para dar cuenta a los ciudadanos de la región más afectada por la violencia sobre los hallazgos que obtuvimos en dos años de trabajo. Era una muestra de respeto al lugar donde hubo más víctimas por el conflicto armado interno. Y queríamos darle un especial espacio a la comunidad que más sufrió por la violencia, considerando que nuestro trabajo tenía, como especial interés brindarle voz a las víctimas, como cuestión que guio como norma ética nuestro trabajo. Siguen siendo el norte de quienes continuamos propagando el mensaje brindado por la Comisión.

21 años después, ¿qué podría usted decir, precisamente en el año del bicentenario de la Libertad Americana?

La Independencia fue una oportunidad para definirnos como un Estado y una nación que pudieran brindarle a los ciudadanos la oportunidad no solo de la libertad, sino también de la inclusión. Desafortunadamente, como bien lo indicó el maestro Julio Cotler en su clásico texto Clases, Estado y Nación en el Perú, nuestra patria traspasó la herencia colonial hacia la nueva etapa de su vida, sin que ello significara una ruptura clara con lo vivido en los siglos anteriores, a fin de que se pueda incluir a la mayor parte de la población. Lo que ocurrió es que sectores mayoritarios de la sociedad no fueron comprendidos en la nueva libertad obtenida.

Qué significa, todo lo que nos dice. ¿Qué ha hecho que las cosas no salgan como se había recomendado?

En general, nuestros gobernantes decidieron obviar que nos encontrábamos ante un momento peculiar. Nunca nos reconocimos como una sociedad post – conflicto armado interno. De hecho, hasta el momento, enunciar esta nomenclatura sigue generando resquemores en un sector del país. Nuestra clase política y empresarial y un buen sector de la sociedad prefirió celebrar los buenos logros macroeconómicos que obtuvimos y decidió obviar otros aspectos que iban en contra de una mirada celebratoria del país. Tuvimos un afán desmedido como país de congratularnos, a tal punto que olvidamos tareas pendientes sobre reformas institucionales y sociales, cuya ausencia el día de hoy nos termina pasando la factura.

Se ha tenido dos sectores en contienda, por un lado, el Estado y, por otro Sendero Luminoso. Por el lado del Estado, se puede decir, ¿que hubo más voluntad? Se ha escuchado, algunas palabras de perdón.

Es cierto que algunos actores provenientes del Ejército han pedido disculpas por graves violaciones a los derechos humanos. Sin embargo, existe una reflexión pendiente por parte de la sociedad sobre este punto. Hace dos años, en distintas ciudades del Perú, incluyendo Ayacucho, vivimos una serie de acciones represivas por parte de actores armados estatales contra ciudadanos desarmados y, en muchos casos, ajenos a movilizaciones públicas, que culminaron en la muerte de 49 personas. Esto nos da cuenta de la ausencia de un propósito de enmienda serio sobre lo ocurrido en las últimas décadas del siglo XX y nos da cuenta sobre la necesidad de lo que planteamos en la CVR, para poder evitar lo ocurrido.

¿Qué decir de Sendero Luminoso? ¿Siguen en el recodo? ¿O la historia ya es otra?

No cabe duda que los integrantes de la cúpula de Sendero Luminoso son ajenos a cualquier tipo de autocrítica sobre lo cometido. Más allá que hayan brindado, tanto en textos suyos como para otras investigaciones, su versión sobre lo ocurrido, no hay ninguna muestra de arrepentimiento, no solo por las acciones armadas cometidas, sino también por el proyecto fundamentalista que quisieron poner en práctica en el país. Al mismo tiempo, han buscado impulsar el Movadef como grupo que revindica una ideología que no debe tener cabida en la democracia peruana. Es cierto que Sendero Luminoso ya no representa la amenaza a la seguridad que tuvo hasta hace algunas décadas, pero si sus integrantes y personas cercanas a ellos no hacen una reflexión seria sobre lo ocurrido, podemos volver a caer en este mismo pozo que sacudió al país.

¿Podríamos decir, que aquella violencia que sacudió el país y, de manera particular Ayacucho, tiene raíces que vienen desde hace 200 años?

Nosotros fuimos claros en señalar que la principal causa del conflicto armado interno fue la decisión de Sendero Luminoso de enfrentar al Estado peruano, para implantar un proyecto totalitario y fundamentalista al resto de la sociedad. Ello no quita que, como también referimos, buena parte del telón de fondo de lo visto durante el periodo de violencia tiene que ver con cuestiones de exclusión y desigualdad, que se patentizan en el perfil de las víctimas mortales, que comprende, sobre todo, a las personas más pobres del país.

Observa usted, ¿qué una cosa es el norte, el centro y otra, el centro y sur andino?

Existen claras diferencias regionales, no solo solo en costumbres, sino también en búsqueda de objetivos y forma de expresión política. Sin embargo, pese a dichas peculiaridades, no hay que olvidar que son formas distintas de ser peruanos.

¿Cómo pudo ayudarnos este bicentenario?

Pudimos haber asumido el Bicentenario como una necesidad de reflexionar sobre las tareas pendientes que tenemos en nuestro país para contar con una sociedad más democrática, más inclusiva, más humana, más solidaria. Sin embargo, entre las secuelas sanitarias y económicas de la pandemia y la crisis política en la que nos hallamos sumidos desde hace algunos años, no ha sido posible realizar una reflexión mayor en torno al rumbo que debe tener el Perú. Por el contrario, buscamos sobrevivir, en todos los sentidos, antes que continuar con una búsqueda de sentido nacional.

Se habla de la necesidad de un nuevo Ayacucho, no sólo para el Perú, sino también los países latinoamericana. ¿Una nueva empresa común?

Resulta evidente, dos siglos después de la Independencia, que América Latina tiene una serie de problemas comunes: secuelas de periodos de violencia muy largos, inseguridad ciudadana, migración, pobreza, exclusión y discriminación, así como sistemas democráticos aún débiles. Sin embargo, hemos optado por no tener ningún tipo de discusión seria en torno a cómo enfrentar estas cuestiones en forma conjunta, sino que, por el contrario, incidimos mucho más en nuestras diferencias ideológicas, antes que en aquello que nos une.

¿Usted que es filósofo, a dónde caminamos?

Nos encontramos en un momento difícil de la historia de la humanidad. En el que resulta más difícil hablar de la verdad, debido a la proliferación de noticias falsas en las redes sociales, la existencia de narrativas destinadas a mentir – sobre todo, proferidas por personajes con poder político y económico – y en el que las guerras son pan de cada día, a tal punto que nadie desea pararlas.

¿Qué nos muestra diciembre, enero del 2022?

Lo ocurrido nos muestra cómo los peruanos seguimos sin saber entendernos. Nos muestra como el Estado peruano no protege adecuadamente los derechos de los ciudadanos, que sus fuerzas del orden no se hacen responsables por la muerte de personas inocentes y la existencia de un pacto de gobierno que se sostiene sobre un claro mensaje de impunidad frente a graves violaciones a los derechos humanos, a las que quieren incluir casos pendientes del periodo de violencia.

¿Qué nos muestra estas últimas acciones de fuerza?

Estamos ante una clase política indolente frente a graves problemas como la inseguridad ciudadana. No cabe duda que este es un problema que no tiene origen en la actual administración, pero que ha sido agravado por el actual Congreso de la República. Sin embargo, el Estado sigue sin encontrarse a la altura del reto y evade su responsabilidad en torno a la necesidad de mejorar la lucha contra un flagelo como el que vivimos.

Qué decirle al país en este bicentenario

Es importante que aprovechemos lo que nos queda del Bicentenario para reflexionar sobre el país que queremos. Somos una nación con mucho potencial, no solo económico, sino también ético. Los peruanos somos personas trabajadoras y buena parte de ellas son honestas, pero se requiere que se comprometan mucho más en hacer que la política se convierta en una actividad favorable para todos los ciudadanos.

¿Qué decirle a Ayacucho?

Cuando presentamos el Informe Final de la Comisión de la Verdad hace 21 años, lo hicimos con la esperanza que el país pudiera aprender y ser mucho más solidario. No creemos haber fallado en esa tarea, pero si requerimos seguir emprendiendo mucho más para que los ciudadanos peruanos sean iguales ante la ley y ante nuestra sociedad.

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