¿DIOS Y LA PATRIA OS LO DEMANDEN?
16/09/2024
Apropósito de la muerte de Alberto Fujimori, el mayor presidente controvertido que hemos tenido, se han escrito y se han dicho, sin número de afirmaciones para cuestionarlo o para respaldarlo. Desde aquella afirmación que la “muerte, no quita la condición de asesino de las personas”, hasta “el mejor mandatario que el Perú ha podido tener”. La gran polarización que existe entre nosotros, nos lleva a expresiones totalmente adversas, que reflejan más allá de las razones que puedan existir, sentimientos reales existentes en las personas. La gran mayoría, tiene de por sí, sus propias consideraciones, para expresar lo que entienden, por cierto, justo, razonable.
En consecuencia, desde la apreciación ciudadana, pensando en el país, sería hora de una profunda reflexión del tema. ¿Por qué expresamos tales sentimientos? ¿Qué existe en el fondo, para pensar de una u otra manera? ¿Es la ideología que los obnubila en ese sentimiento? En medio de todo, existen verdades, que resultan siendo fundamentales; la evidencia de los hechos y el ponerse en la condición del otro. Al margen del shock, las privatizaciones, la informalidad laboral, la apertura a los grandes capitales que, en cualquier parte del mundo, llegan para hacer dinero, miles y hasta millones de peruanos, de los más vulnerables, había sentido por primera vez, al menos en apariencia, el Estado acercándose a través de programas sociales, ollas comunes, frazadas, calaminas, tractores, semillas. “Nunca antes ocurrió eso”, es la expresión general.
Y, por otra, la evidencia del dolor de muertos y desaparecidos, con el aval del poder y, a los ojos del mundo. Inscritos en la mayor corrupción institucionalizada a la sombra de la negación de la democracia, del equilibrio de poderes, la vigencia plena del Estado de derecho, la libertad de prensa y, sobre todo, la opinión ciudadana.
En esta división, hay un hecho evidente, Fujimori fue enjuiciado, condenado por la justicia peruana, única instancia que puede cambiar nuestra condición de inocente en delincuente, imponiendo una pena de 25 años y una reparación civil de 50 millones de soles. Sentencia que mostraría, el cumplimiento del juramento, “… En caso contrario, Dios y la Patria os lo demanden”.
La patria desde el ejercicio de la justicia oficial lo sanciona en vida y, se entiende que Dios, amor de la verdad y la justicia, también haría lo propio, pero al final, se declara tres días de duelo y honores de Estado.
En verdad, incoherencias, que muestra las profundas fracturas de nuestras democracias, que no responden a políticas de Estado, sino a correlaciones de fuerzas, pero también, a respuestas ciudadanas, que expresan reales sentimientos de “reconocimiento”.
A la luz de esta realidad política, social en el país, es hora de generar grandes consensos, sobre temas capitales, como la democracia, los partidos políticos, el Estado de derecho, el equilibrio de poderes y, el respeto y la consideración a las minorías y la opinión pública ciudadana. De otro modo, nuestra historia seguirá siendo impredecible.
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