CAPITULACIÓN DE AYACUCHO
Por Nelson E. Pereyra Chávez, historiador y docente de Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga
Culminada la batalla de Ayacucho, los jefes, de las dos fuerzas contendoras, negociaron y firmaron una capitulación, que ha recibido posteriores críticas de algunos historiadores. Pero, poco se ha escrito sobre las causas de este convenio y las azarosas circunstancias de su suscripción. Las siguientes líneas transitan por dicha vía, intentando despejar las dudas y comprender el documento en su adecuado contexto.
Una capitulación napoleónica
La batalla de Ayacucho pertenece al ciclo de las guerras napoleónicas, cuando los soldados combatían por los ideales de la Revolución Francesa y del surgimiento de las naciones. Así, los combatientes de Napoleón Bonaparte, creían luchar por la libertad y la ciudadanía, mientras que los seguidores de Simón Bolívar, peleaban por la libertad de la nueva nación soberana. Por tal razón, las batallas culminaban con una capitulación, en la que el vencido era honrosamente tratado y reconocía los ideales libertarios y nacionalistas del oponente.
Por ejemplo, la batalla de Austerlitz -en la que Napoleón derrotó al ejército de la coalición rusa-austriaca- culminó con una capitulación, en la que el zar reconoció su derrota y se puso al servicio del emperador francés. En América, la batalla de Pichincha también terminó con una capitulación, con la que los realistas rindieron su ejército ante Sucre y reconocieron la independencia de la antigua Audiencia de Quito.
Ambas capitulaciones fueron convenios con los que los vencidos rindieron sus armas y entregaron el territorio que controlaban con sus instalaciones militares. Por tratarse de rendiciones honrosas, estos se retiraron con honores militares y se comprometieron a no levantar las armas contra los vencedores en el futuro inmediato.
La capitulación de Ayacucho
Los testigos de la batalla de Ayacucho refieren, en sus memorias, los confusos detalles que llevaron a la capitulación. Para unos, fueron los españoles quienes ofrecieron el convenio; para otros, los patriotas tuvieron la iniciativa. Pero, es evidente que estos últimos decidieron capitular porque notaron que no era posible rearmar su ejército y ante la oposición del general Pedro Antonio de Olañeta, quien en Alto Perú se había rebelado contra el virrey La Serna. Ello se deduce del acuerdo que los oficiales realistas tomaron el 9 de diciembre de 1824 en la tarde y que ha sido mostrado por el historiador venezolano Ángel Grisanti. Los patriotas asintieron la capitulación para garantizar la independencia y soberanía del Perú y Gran Colombia, las nuevas naciones que estaban en construcción.
“(En las) capitulaciones (…) por tratarse de rendiciones honrosas, (los vencidos) se retiraron con honores militares y se comprometieron a no levantar las armas contra los vencedores en el futuro inmediato”.
Con la capitulación, los españoles se rindieron y entregaron sus instalaciones militares y parque de guerra; pero consiguieron condiciones favorables para permanecer en Perú o retornar a España. El naciente Estado peruano se comprometió en teoría a reconocer los pasajes y una deuda para con la hacienda española. En la práctica, cubrió el medio pasaje y no cumplió con la acreencia; por tal razón —entre otras— estalló la guerra hispano-peruana en 1866. Además, según el historiador Jhon R. Fisher, solo se repatriaron 800 españoles, entre oficiales y soldados; los demás permanecieron en el Perú.
La capitulación garantizó el patrimonio de los realistas. Aquí se nota el trasfondo liberal del documento, pues para el liberalismo, la propiedad es tan importante como la libertad. Además, oficiales como Canterac, Valdés o García Camba simpatizaban con el liberalismo. Pero, también fueron pragmáticos. Para ellos era fundamental que el grueso de españoles quede en Perú usufructuando sus propiedades para contar con su apoyo si el rey se animaba en el corto plazo por reconquistar el virreinato perdido.
Los documentos de la capitulación.
Según Grisanti fueron elaborados cuatro originales de la capitulación de Ayacucho: dos para los patriotas y dos para los realistas, que actualmente se conservan en Colombia, Bolivia, Argentina y España. El primero fue remitido por Sucre a Bolívar, recuperado de los campesinos de Huando —quienes se lo habían arrebatado al coronel Medina cuando este transportaba el documento de Huamanga a Lima— y enviado por el libertador al presidente colombiano Santander. El segundo original fue llevado por Sucre a Bolivia. El tercer manuscrito fue rechazado por el general español José Ramón Rodil —quien ocupó el Real Felipe hasta enero de 1826—, recuperado por Bolívar y entregado al militar y político chileno Manuel Blanco Encalada. Y el cuarto fue posesionado por los herederos de Canterac y hoy se halla en Madrid.
“Los patriotas asintieron la capitulación para garantizar la independencia y soberanía del Perú y Gran Colombia, las nuevas naciones que estaban en construcción.”
Además, Grisanti ha identificado tres copias que llevan las rúbricas de Canterac y Sucre y que fueron distribuidas en Cusco, Puno y Arequipa, y ha detectado varias falsificaciones que circulan en Bolivia y Argentina. Una de ellas estaría en el Archivo Nacional del Perú, pues contiene anomalías y añadidos que no figuran en los originales. ¿Se refiere Grisanti a la capitulación que se guarda en el Museo Nacional de Historia de Lima? Les toca opinar a los peritos.
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