BICENTENARIO, UNA DIGNA CELEBRACIÓN.
Por Orlando Rafael Rincones Montes, miembro de la Sociedad Bolivariana de Venezuela. Autor de los libros “Ayacucho y la Independencia del Alto Perú” y “Ayacucho, 20 visiones”.
Este 2024, y como nunca antes en su historia, el Perú acaparará la atención de todo el continente americano. Su emblemático departamento, Ayacucho, “Cuna de la Libertad Americana” y fuente inagotable de dignidad, valor, hidalguía y confraternidad, acogerá la fiesta bicentenaria más esperada y representativa de todas cuantas se hayan celebrado hasta ahora, que nos incluye a todas y todos: el Bicentenario de la Batalla de Ayacucho.
Es que fue, precisamente en Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, el lugar donde la América del Sur se unió como una sola gran nación, para sellar de una vez y para siempre su libertad. Ese luminoso y celebérrimo día, un puñado de hombres y mujeres, provenientes de todos los rincones de la gran patria, como soñó el Libertador Simón Bolívar, escribió sobre la inmortal Pampa de Ayacucho, la página más gloriosa de nuestra gesta independentista. Hoy, dos siglos de esa magna epopeya, el legado de esos hombres y mujeres, los pueblos que los vieron nacer y luchar, reclaman una digna celebración bicentenaria, una que recuerde al mundo, que el preciado trofeo de la libertad lo conquistamos -juntos- en Ayacucho.
Es innegable que los brillantes triunfos patriotas en Maypú (Chile,1818), Boyacá (Colombia,1819), Carabobo (Venezuela,1821), Pichincha (Ecuador,1822) y Junín (Perú, 1824) allanaron la ruta emancipadora suramericana, que selló el divorcio definitivo con España que se consumaría en la épica jornada de Ayacucho.
“El Libertador Simón Bolívar, escribió sobre la inmortal Pampa de Ayacucho, la página más gloriosa de nuestra gesta independentista”
El inédito mosaico de nacionalidades y razas, fundidas como un solo puño en el Ejército Unido Libertador victorioso en Ayacucho, constituyen la irrefutable demostración de que fue la unidad, como predijo Bolívar, lo que efectivamente nos colocó en “actitud de expulsar a los españoles y fundar un gobierno libre”.
Si bien es cierto que dos siglos atrás, algunas fronteras no estaban aún bien definidas y algunos países no ostentaban aún la denominación con la cual los conocemos en la actualidad -tal es el caso de Argentina, Ecuador o Uruguay- en 1824 ya existía el Perú, también la Gran Colombia (Venezuela, Nueva Granada, Quito, Guayaquil, Cuenca, Panamá), Chile, México y las Provincia Unidas del Rio de la Plata, naciones o territorios que arribaron a la americano: la Gran Colombia y Chile (1822); Colombia y las Provincias Unidas de Río de La Plata (1823); Gran Colombia y México (1823) y, finalmente, la Gran Colombia y la República Federal Centroamericana (1826), acuerdos que serían ratificados poco después en el Congreso Anfictiónico de Panamá (1826). Tras la firma de estos tratados, la lucha contra España tomaría otra dimensión.
Llegada la hora crucial para la definitiva expulsión de los realistas del Perú, todas las naciones soberanas del continente harían su aporte para la consecución de tan prioritario objetivo, la magnitud y fortaleza del opulento rival ibérico así lo demandaba.
Mientras el Perú y la Gran Colombia cobijaban bajo sus banderas a los bizarros guerreros, que el ilustre Mariscal Antonio José de Sucre conduciría sin vacilar a la victoria en Ayacucho, otros países brindaron su aporte en términos políticos (México, Argentina) o con valiosos recursos económicos (Chile). Esta cooperación no se vio antes en la lucha emancipadora y es un sello distintivo y singular de la última campaña de la independencia suramericana.
Queda claro, por tanto, que este 2024 tenemos mucho por lo cual celebrar en Latinoamérica. Desde México hasta la Patagonia Argentina, el continente se unirá en una sola voz para rememorar la histórica jornada que puso fin a tres siglos de opresión.
“Este 2024 tenemos mucho por lo cual celebrar en Latinoamérica. Desde México hasta la Patagonia Argentina, el continente se unirá en una sola voz para rememorar la histórica jornada que puso fin a tres siglos de opresión”.
Indiscutiblemente, el Bicentenario de Ayacucho, es patrimonio de todas y todos los latinoamericanos. La venerable pampa, que sirvió de marco a la postrera y decisiva confrontación entre el Viejo y el Nuevo Mundo, está abonada con la sangre de los hijos de la gloria; hijos del Perú, de Venezuela, Colombia, Ecuador, Argentina, Bolivia, Chile, Panamá, hijos de la América antes española, hijos de nuestro inmenso Abya Yala.
Pero, la digna celebración bicentenaria de Ayacucho, no puede restringirse únicamente a las fronteras de nuestro continente, esto a ser parte de esta gran fiesta americana.
A dos siglos de la gloriosa Batalla de Ayacucho, la celebración bicentenaria nos ofrece la nueva oportunidad para zanjar diferencias y unir a toda Nuestra América, en torno a los ideales de justicia y libertad, que impulsaron esa heroica gesta libertaria. Reafirmemos también nuestro compromiso con la integración latinoamericana y la hermandad de nuestros pueblos.
Este nueve de diciembre, abracémonos todos en Ayacucho, como la gran familia americana que somos ¡como lo hicimos hace dos siglos, victoriosos y dignos! y contemplemos juntos un horizonte lleno de nuevos retos y desafíos, todos superables mientras prime la unidad.
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