¿VACANCIA CON COLA?

Por Carlos Condori, antropólogo y periodista ayacuchano.
Una evaluación de la gestión de Juan Carlos Arango como alcalde de la municipalidad de Huamanga arroja un resultado medio en el común de los ciudadanos, con algunos logros importantes que probablemente ni su gestión ha valorado debidamente, por ejemplo, lo referido a las canchitas de fulbito en diversos asentamientos humanos, que brindan mayores posibilidades deportivas y recreativas a niños y jóvenes, con la activación de iluminación solar, y probablemente muchos otros.
Sin embargo, estamos asistiendo a una especie de autogoles, que provienen de su gestión claramente personal, lo que termina mostrando una autoridad edil insegura, presa de alguna preocupación mayor que de algún modo se puede sospechar. Tal es el caso, primero, de una solicitud de garantía ante la supuesta labor acosadora de un periodista que, a diferencia de sus revelaciones, no buscaba sino una primicia que podría terminar en bingo. El arma del periodista no sería otra que una cámara fotográfica o un simple celular. Finalmente, el alcalde logra la garantía respectiva, que en términos políticos lo muestra en una situación afligida y, en términos legales, sin mayor posibilidad de éxito, considerando que el periodismo no solo tiene secreto profesional, sino que no existe ninguna forma de limitar su ejercicio, ni siquiera desde la referencia profesional.
Y el otro caso, por cierto, ya de escándalo, es la intención de vacancia de una regidora que, habiendo sido parte de su lista, asume una posición opositora, lo que sería totalmente normal y explicable, dado que la propia autoridad edil cambió de camiseta inmediatamente después de ser elegido alcalde.
Probablemente bajo diversas interpretaciones legales, la regidora haya ido más allá de sus atribuciones, si nos ciñéramos explícitamente con bisturí a competencias ejecutivas que son responsabilidad de la administración municipal. Pero, desde cualquier punto de vista, fue una demostración de lo que se puede hacer solamente con iniciativa para responder a situaciones concretas que generan malestar en la ciudadanía. Acción que, finalmente, pone en evidencia igualmente la voluntad y disposición de otras instituciones, como el ejército, de disponer de efectivos para un trabajo social.
Por cierto, acciones de este tipo ocurren en miles de espacios, no solo de regidores, sino también de ciudadanos comunes, lo que se convierte en una especie de lección que llama la atención y «sacude» para mejorar las acciones de las autoridades. Pero, igual, esto también puede dar lugar a reacciones legales o , inclusive, sanciones, como en este caso.
Hasta ahí, todo es normal y explicable en un juego político de fuerza de fuerza. Pero el asunto va más allá, convirtiéndose en un escándalo que no solo salpica, sino que compromete directamente al alcalde. Se fabrica una carta ciudadana para consumar la vacancia por el hecho ocurrido, a nombre de una ciudadana que dejó sus firmas en un papel en blanco (las confianzas aún existen) con otro propósito y termina involucrada en un caso que nunca imaginó , tal como se expresa en una carta notarial.
A estas alturas, toda esta actuación concluirá en muertos y heridos, por donde se vea. La primera en salir librada e incluso felicitada por muchos deberá ser la regidora, salvo decisiones de vida o muerte para vacarla al costo que fuera, y con un Jurado Nacional de Elecciones que ya cuenta con antecedentes de revertir sanciones, como en el caso de Huamanga. Finalmente, por el lado de la administración municipal, habrá sanciones por una actuación torpe que pone en la mira a una autoridad edil con pretensiones políticas legítimas.