CARNAVALES DE ALEGRÍA Y REENCUENTRO

Por Carlos Condori, antropólogo y periodista ayacuchano.
Definitivamente, los carnavales ayacuchanos no son los mismos que en otros tiempos; sin embargo, siguen manteniendo su esencia: la alegría, el juego, la jocosidad, la burla y el reencuentro. Además, se han convertido en un gran espacio de resistencia que nunca ha parado, ni siquiera en los años de violencia y en los paros armados decretados por el senderismo. Al igual que en otros tiempos, las autoridades se convierten en el centro de la burla, la jocosidad y la crítica. Estas prácticas ponen a hombres y mujeres en la misma dimensión, de igual a igual, donde la broma no solo tiene una dirección, sino que se acepta todo.
Estos carnavales, sin embargo, van cambiando en sus presentaciones y, en mucho, incluso tienden a profesionalizarse, desarrollando lo que se denomina industrias culturales. Confecciones de vestimenta, instrumentos musicales y sombreros; músicos que no solo son contratados, sino que existen contratistas que asumen la responsabilidad no solo de los músicos, sino también de la calidad de los mismos y de la tecnología que cubre toda la comparsa, llevando la música con nitidez al público que llena las calles y, sobre todo, la plaza mayor. Esta situación no debe sorprender; estamos en camino hacia la Candelaria de Puno, hacia Cajamarca y, seguramente, acercándonos a lo que pueden ser los carnavales de Río. Esa es nuestra historia, lo que por supuesto significará inversiones y rentabilidad, lo que en muchos casos sorprende a muchos.
Sin embargo, teniendo esta tendencia en muchos, también se revitalizan comparsas familiares de viejos huamanguinos y ayacuchanos que regresan y se agrupan para igualmente mostrar la identidad de sus orígenes y la referencia a sus pasadas generaciones. A nivel de barrios, igualmente, Andamarca y San Blas salen de los cuadros tradicionales para mostrar sus propias características. En todo esto, agrupaciones como las Candys aportan su propio sello, así como lo hicieron en su tiempo los charros, los piratas y los látigos que pasaron.
Una gran movilización de personas, que con facilidad supera los 12,000 directamente movilizados en un día de carnaval, significa alimentación, bebidas, vestimenta, instrumentos, movilidad y otros requerimientos. Si por cada uno se tiene una referencia de cinco personas, miembros de la familia, se superan los 50.000 que se calculaba hace poco. Además, pueblos, familias y vecinos se movilizan durante varios días en cada comunidad y distrito; así , se involucra directamente a más de 150.000 personas, sin incluir a quienes participan indirectamente como prestadores de bienes y servicios.
Carnavales movilizan fuerzas y voluntades; liberan espíritus, sentimientos y tensiones, y comienzan a mostrar otras riquezas culturales en lugares como Qatun Qasa, en el límite entre Vinchos y Socos; Waswantu en Huancapi; Pampamarca en Vilcas Huamán y, por cierto, todos los pueblos alrededor de cada patrón o patrona, que siempre están asociados a la nueva producción agrícola del campo.
En consecuencia, los carnavales, con toda esa riqueza, convocan a familiares, vecinos y paisanos, que deben encontrar alegría y reencuentros inolvidables. A todos ellos, ¡BIENVENIDOS A SU TIERRA! Y largo compromiso, con todo lo que tenemos.