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OJOS HACIA LAS OBRAS

OJOS HACIA LAS OBRAS

Por Carlos Condori, antropólogo y periodista ayacuchano.

En esta semana, se han producido observaciones sobre las obras que se han puesto en marcha, como el mayor signo de gobierno del gobernador Oscorima. En un caso, fue el propio Consejo Regional quien hizo entrega de observaciones al presidente de la Comisión Fiscalizadora del Congreso de la República, sustentado en informes señalados por la propia Contraloría. En el otro caso, se trató de un pronunciamiento de la Cámara de Comercio de Ayacucho, que pone los ojos en las llamadas adendas, las cuales han multiplicado los costos, particularmente del hospital Mariscal Llerena y del centro de convenciones del campo ferial de Canaan.

En el caso del hospital, estamos hablando del llamado «hospital más grande del Perú», anunciado de esta manera por el gobernador, que no solo ha incrementado sus costos en más del 36%, sino que está a punto de ser declarado en emergencia. Esta situación, por cierto, no solo está relacionada con la infraestructura, sino con todo lo que significa y debe significar un nosocomio, con tal magnitud que apenas tiene la categoría 2.2, que además, dicho sea de paso, no cumple con ese nivel, cuando el ofrecimiento y la demanda fue y es de 3.1.

Lo lamentable de todo esto es que esta infraestructura presenta fallas constructivas que se convierten en filtraciones de agua, según informan, a causa de la presión del agua y el estado de las tuberías, cuando el nivel de antigüedad apenas bordea los 7 años. Algo que puede parecer mínimo, pero estamos hablando de un hospital que aún no se resuelve; además de otras deficiencias en equipos tecnológicos que rápidamente se convierten en obsoletos sin uso y, lo que es peor sin médicos especialistas. Y si a esto se suma la falta de liquidación de una obra emblema, podemos imaginar todo lo que existe fuera de cámaras.

El otro caso señalado es el campo ferial, proyectado como Centro de Convenciones, que los ayacuchanos saludamos con beneplácito. Sin embargo, nadie entiende por qué su costo tendría que incrementarse en un 155%, pasando de 34 a 87 millones, según cifras señaladas por la Cámara de Comercio.

En esta historia, por cierto, también se tiene igual recelo sobre lo que vendría con el Estadio Vencedores de Ayacucho, no solo en la garantía de su construcción y los costos que esto significará , sino, sobre todo, en cuanto a los tiempos. Nadie habla de un estadio para los Juegos Bolivarianos oficiales, ni siquiera el Leoncio Prado, que casi ya disponía de un presupuesto con este fin. Es más, el gobernador Oscorima no va más allá del 2026 y podríamos tener un estadio a medio construir, extrañando el viejo Cumaná, algo que es perfectamente posible en un escenario de completa incertidumbre.

Este rosario de obras está constituido únicamente por infraestructura, la gran parte son instituciones educativas y hospitales, que podrán mostrar a una autoridad que sella su paso, pero que no moverán los indicadores sociales y económicos. En otras palabras, aquello de la pobreza superada se mantiene y se mantendrá igual, porque hacemos lo mismo: sembrar fierro y cemento. Y, lo que es peor, sin las garantías del caso y casi todos, por liquidar. Ya podemos imaginar las razones de toda esta historia.

Ahora se levantan voces, pero aún quedan pendientes, por ejemplo, la de los ingenieros y arquitectos, que tendrían la autoridad para mostrar datos, cifras y precios unitarios, hablando solo de infraestructura; pero también profesores, médicos, enfermeros, sociólogos, antropólogos y otros para dar cuenta de los impactos sociales. Finalmente, no tienen sentido las obras de infraestructura o lo que fuera, si no tienen efectos en los ciudadanos. Esa es una tarea pendiente de observar.

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