Heroínas sin rostro, a 200 años de la independencia
Por Celina Salcedo Martínez, antropóloga con maestría en Salud Pública.
La lucha por la independencia del Perú fue un proceso difícil y multifacético que involucró a diversos actores sociales, económicos y políticos. Entre estos, las mujeres desempeñaron un papel crucial, aunque a menudo minimizado o ignorado en la historiografía tradicional.
La vida de las mujeres de principios del siglo XIX era de subordinación: reducidas al espacio doméstico, sin acceso a la educación -salvo de aquellas que estaban en una situación económica que se les permitía educarse-, pero la gran mayoría, especialmente las mujeres indígenas, eran analfabetas y la evidencia es que, incluso a quienes la historia las visibilizó, como es el caso de la heroína María Parado Jayo, era analfabeta.
La historia registra, que ella debió utilizar a un tercero letrado para enviar mensajes: “Sus biógrafos coinciden en señalar que ella mandaba escribir cartas para su hijo Tomás, quien militaba en las partidas de Cayetano Quirós, en las que describía el movimiento de las tropas realistas, información privilegiada que conseguía de un informante cercano al intendente de Huamanga, probablemente llamado Matías Madrid”
Esa posición de desventaja y altamente discriminatoria, no les permitía participar en espacios públicos y menos inmiscuirse en aspectos que tenían que ver con la política, tal como lo describe Leona Viario, “las mujeres solo tenían dos opciones respetables: el matrimonio o el convento”. Sin embargo, el común de las mujeres -especialmente las indígenas- estaban destinadas a la servidumbre y las mujeres afrodescendientes a la esclavitud, establecido por el sistema colonial y reforzado por la presencia y la influencia de la religión católica, cuyo poder se mantiene hasta la actualidad.
Entonces, el rol principal de las mujeres era de servicio cuidado de la familia, la maternidad, tareas “propias de las mujeres”, y desplegado en el ámbito doméstico, en tanto que el espacio público, siempre estuvo reservado para los hombres: la política, la guerra y la economía eran sus ámbitos de acción por ser “seres racionales”.
Las mujeres, por tanto, no gozaban de la condición de “sujetas de derechos”. Paradójicamente las mujeres, que no eran supuestamente “sujetas de derechos” tuvieron un rol preponderante en la historia de la independencia y también en los periodos de crisis social, económica, política a lo largo de nuestra historia, en la que ocurrieron guerras, conflictos internos, epidemias o desastres naturales, que ha tenido consecuencias diferenciadas para hombres y mujeres.
Aparte de la heroína ayacuchana, durante la lucha por la independencia del Perú fueron innumerables las mujeres que participaron en las batallas que se libraron, no solo para lograr la independencia de la corona española sino también para alcanzar la igualdad y la construcción de su propia historia, buscando a través de la causa patriótica su propia libertad. Se atrevieron a romper reglas y estereotipos que dictaba la sociedad de entonces, siendo los casos más conocidos, de Rosa Campusano y Manuelita Sáez, quienes tuvieron una destacada actuación en las Batallas de Junín y Ayacucho, del que poco se sabe y escribe, están ausentes en el obelisco de la Pampa de Ayacucho a pesar, de que es resaltada por el mismo Antonio José de Sucre en su carta escrita al Libertador el 10 de diciembre de 1824, en la que pide se le otorgue el grado de Coronel del Ejército Colombiano.
Sucre menciona que Manuela Sáenz estuvo en los batallones de Húsares y la de Vencedores. Fue nombrada por Bolívar miembro del Estado Mayor del Ejército Libertador y peleó junto a Antonio de Sucre en Ayacucho, siendo la “única mujer que pasaría a la historia como heroína de esta batalla”. La guerra de la independencia abrió un importante espacio de posibilidades a las mujeres dependiendo del status y su ubicación en la sociedad de entonces, asumieron roles diferentes, generándose una suerte de reconfiguración de roles.
Leona Vicario describe la participación de las mujeres en la actividad y compromiso políticos, de múltiples y diversas formas: la propagación de las ideas patriotas y persuasión entre los ejércitos realistas; la redacción de idearios y manifiestos; la donación de dinero y joyas para la causa independentista; por otro lado, las rabonas eran mujeres indígenas, compañeras de los soldados reclutados también podían ser sus madres o sus hermanas.
Estuvieron en primera fila en las luchas anticoloniales contra la dominación española. Sin embargo, poco se ha hecho por visibilizar y valorar el aporte de las mujeres. “Se ha escrito poco con relación a la participación de las mujeres, en los movimientos independentistas de Hispanoamérica; el mérito siempre se lo han llevado únicamente los grandes héroes que, sin duda, sus hazañas tienen un gran valor dentro de la historia, pero también debemos reconocer el papel que las mujeres desempeñaron durante aquellos años de transición política y de guerra”.
Sara Beatriz Guardia, quien ha realizado investigaciones sobre la participación de las mujeres en la independencia, narra acciones heroicas de las mujeres. Así, indica, en 1783, fueron condenadas al destierro, por haber participado en la gesta 92 mujeres, de las cuales 17 eran niñas, quienes recorrieron a pie, descalzas, desde el Cusco hasta El Callao, 1400 km en tres meses. Solo llegaron 15 por las terribles condiciones del viaje, entre las inclemencias del clima, fatiga, hambre, sed y falta de atención médica. Las embarcaron a México en un buque y ninguna llegó. Episodio totalmente ignorado por la historiografía y la mayoría de los peruanos, hoy el Centro de Estudios Histórico Militares del Perú lo reconoce como la Caravana de la Muerte y el nombre de todas esas mujeres se encuentra en una placa del panteón de los Próceres, en la Casona de San Marcos, Lima5 .No es entonces el acto heroico, glorificador únicamente aquel que transforma el accionar histórico de las mujeres peruanas, son aquellos actos contra ella en tanto sujeto revolucionario que también marcan su propia historia”.
No solo invisibilizan de actos heroicos de las mujeres, tampoco están visibilizados los atropellos, abusos y violencia al que fueron sometidas. En los contextos de guerra, son las mujeres quienes sufren las consecuencias por la ocupación de tropas militares, las mujeres son convertidas en botín de guerra. En el proceso de la independencia del Perú, sufrieron tanto aquellas que apoyaban a los patriotas como a los realistas. Por ejemplo, lo que ocurría durante la permanencia de los ejércitos tanto patriotas como realistas.
“La señora Micaela Sota, durante la participación de su esposo Marcelo de Castro en las filas del ejército libertador, dirigió las haciendas, las actividades económicas y la familia. En Huamanga disponía de tres haciendas y en Tambillo una hacienda y su respectiva estancia con cientos de cabezas de ganado vacuno. Brindó apoyo económico permanente a la fuerza libertadora. Otorgó 50 fanegas de trigo y 500 pesos. Asimismo, solventó el costo del viaje de su esposo para unirse a las fuerzas libertarias ubicadas a más de 200 leguas. Días antes de la batalla de Ayacucho, un comisionado del libertador extrajo de la hacienda Tambobamba en el punto de Matará 100 bueyes y vacas, y aproximadamente “600 ovinos para el rancho de las tropas libertarias” sin conocimiento y permiso de la señora Sota. Ella inmediatamente solicitó la entrega de un recibo que sustente la cantidad de ganados que brindó a la causa libertaria y la devolución de las vacas con crías debido a que los decretos dictatoriales de Bolívar prohibían dichas apropiaciones. Logró recuperar 19 vacunos entre madres y crías”.
Es solo un caso de muchos donde las mujeres especialmente las viudas o solteras fueron objeto de abusos, muchas perdieron sus bienes por que se las obligaba a “contribuir”, también estaban obligadas a confeccionar vestimenta para las tropas, Quichua narra “cuando las tropas de Bolívar prolongaron su estadía en la ciudad antes de su partida a los pueblos de Apurímac, las mujeres fueron designadas para la confección de la vestimenta de los soldados. Del Pozo indica que se entregó a la Contaduría del Ejercito Unido diez mil camisas, dos mil morriones, seiscientos morrales y pañetes y cordellates para vestidos y capotes”. Es importante también investigar las consecuencias de las guerras de la independencia para las mujeres.
Por ello en el Bicentenario de la Batalla de Ayacucho y la Independencia del Perú nos emplaza a una relectura y resignificación fuera de estereotipos de los procesos independentistas fundamentalmente en relación a la participación de las mujeres, es necesario también deconstruir imaginarios sociales que desconocen o minimizan su rol en las luchas emancipadoras que establece parámetros prejuiciados, a través de los cuales se mide lo digno de ser recordado y lo que no lo es, desmitificar aquello que de manera interesada la historia, solo evoca la acción de los sujetos masculinos, blancos, cuando en verdad el grueso de las tropas realistas y patriotas lo componían indígenas quienes también están invisibilizados, algunos obligados a defender la causa realista.
La historia en nuestro país, estuvo centrada por mucho tiempo en la historia del Estado, las élites y las guerras, como si estos, hubiesen sido los únicos campos de análisis de la época independentista. Son otras mujeres, las investigadoras quienes empiezan a estudiar la presencia de las mujeres en los diferentes procesos que ha seguido nuestra historia con una perspectiva de género y otras formas de interpretación, revisión de conceptos y métodos existentes con el objetivo de convertir a las mujeres en sujetos de la historia, reconstruir sus vidas mostrando cómo actuaron, inventariar las fuentes con las que contamos, y dar un sentido diferente al tiempo histórico.
De ese modo darle el reconocimiento merecido a esas mujeres que aportaron y cumplieron roles importantes y no como en el caso de nuestra heroína al que refiere Pereyra: “María Parado de Bellido ascendió al panteón de los héroes de la patria, al ser reconocida como mártir de la independencia. No obstante, dicho encumbramiento recién ocurrió en el siglo XX, puesto que el Estado decimonónico elogió exclusivamente a los militares que habían participado en la emancipación a fin de forjar entre los peruanos sentimientos de identidad y pertenencia a una comunidad nacional”.
Es bastante conocida las circunstancias por las cuales mujeres de nuestro país y en especial de Ayacucho, han enfrentado situaciones adversas en defensa de la patria, el territorio, la familia; y salieron del espacio doméstico, rompiendo estereotipos impuestos por la sociedad patriarcal. Sin embargo, como en todas las guerras y conflictos, solo fueron dignas aquellas, cuyo protagonismo fue indiscutible, que no dio lugar a su desaparición total.
En Ayacucho tenemos una historia cercana: las mujeres, durante la violencia política de las décadas de los 80’ y 90’, fueron protagonistas de muchas acciones: asumieron liderazgos importantes, se encargaron de mantener a la familia y asumieron la defensa de la vida, ante la ausencia de esposos, padres, hermanos, hijos y parejas que fueron desaparecidos, asesinados, encarcelados o huyeron de sus comunidades.
En este contexto, las mujeres asumieron la función de presidir sus comunidades, actuar como juezas, participar activamente en las rondas campesinas y desarrollar acciones de gestión. Para eso, dejaron el espacio privado y doméstico, para asumir funciones públicas, muchas de ellas invisibles. Sin embargo, luego del conflicto armado, volvieron a sus roles tradicionales.
Será una posibilidad para que nuestras heroínas muestren el rostro y las podemos conocer.